3.
ARQUITECTURA
3.1. Historia de la construcción del convento y su claustro
El claustro del convento del Corpus Christi
fue declarado Bien de Interés Cultural, con la categoría de monumento, el 24 de
octubre de 1996 (BOE de 26 de noviembre de 1996). En el artículo dos del mismo
decreto podemos leer.” El entorno de protección queda definido por una línea
que recoge en su totalidad la parcela número 41 de la manzana 07-82-0(que acoge
al monumento) transcurriendo por los ejes de las calles Rúa de los Francos,
Calle Peñasbrinques y Calle Pizarro, así como por el límite de esta parcela con
sus colindantes”
Plano actual del convento del Corpus Christi,
entorno protegido. Francisco Somoza
La casa que recibieron las monjas clarisas
de los Carbajal-Osorio se había erigido en la primera mitad el siglo XVI al
estilo de los palacios de esa época, con patio porticado de arquitrabe hecho en
madera. Situado intramuros del primer recinto amurallado, dentro de su huerta
mantenía restos de un cubo y lienzos de muralla. De las casas señoriales preexistentes se mantuvo en pie un
cuerpo situado al Naciente, con galería de arcos en la planta alta, que sirvió como enfermería conventual, y varias estancias
en el suelo inferior, cuyas techumbres, de madres y alfarjías, datan del primer
tercio del siglo XVI a juzgar por su decoración pintada de tipo morisco a base
de zig-zag, lacerías, cintas entorchadas, en tonos vivos, y contrastados sobre
preparación de estuco y tabicas con motivos heráldicos de los Osorio.
Estas edificaciones no tenían las
instalaciones ni distribución adecuada para ser un convento por lo que la
primera comunidad que las habitó tuvo que acometer una serie de reformas,
algunas sencillas, como la primera que se hizo que consistió en la instalación
de un torno de madera en la portería. No obstante, parece ser que, antes de que
llegaran a Zamora las primeras religiosas, ya se habían iniciado ciertas obras
de acondicionamiento en las viejas casas de la fundadora, según lo evidencian
las cuentas de los años de 1595 y 1596 rendidas por Isabel de Castro como viuda
de don Simón Álvarez, que había desempeñado en dichos
años el cargo de mayordomo. Participaron en ellos los canteros Juan de Rubayo y
Andrés de la Fuente, el carpintero Bartolomé de Oviedo y los albañiles Mateo Teja y Juan
Miguel. Entre otros, es obligado citar al pintor zamorano Alonso de Remesal,
con quien contrató el deán de la catedral, en cien ducados, un
crucifijo para el refectorio, varias cruces pintadas y la "estaçión de la escalera".
Otras reformas, encaminadas a reparar y
ampliar la casa, eran de importancia,
por lo que necesitaron añadir construcciones vecinas(adquiridas o recibidas
como donaciones) y la participación de
un arquitecto o maestro de obras. Un documento inédito del Archivo Histórico
Provincial nos desvela el nombre del autor del proyecto de la reforma: Hernando de Nates Naveda.
Sin dilaciones, con una resolución inusual,
la abades sor Ana de la Cruz, puso manos a la obra del nuevo edificio, pues el
15 de febrero del año siguiente se recibían las primeras posturas(ofertas) para
construir la iglesia, la sacristía y el coro de conformidad con el proyecto
completo del convento previamente diseñado por Nates. En la
subasta para adjudicar la obra intervinieron los maestros de cantería
Alonso Gutiérrez, Juan de Rivas, Rodrigo de la Puente, Juan del Campo y
Hernando de Nates, adjudicándosele a éste último, mancomunado con su hermano Juan, ausente de
Zamora entonces, el 16 de febrero de 1598 en 6.000 ducados[1].
Se constituyeron fiadores del mismo Juan del Campo y Alonso Gutiérrez último. La
correspondiente escritura de concierto se otorgó el 17 de febrero de 1598 y Hernando de
Nates se obligó a acabar lo sobredicho en siete años,
levantando todo de nuevo "a fundamentis".[2]
El proyecto se ejecutó en varias fases por dos razones: porque las
rentas de la fundación no daban para abordarla globalmente y en breve sin tocar
al principal y porque el sitio en que había de erigirse estaba ocupado por las
casas de doña Ana de Osorio habitadas desde enero de 1597 por la primera
comunidad religiosa, presidida por aquella singular abadesa que fue sor Ana de
la Cruz.
La participación de Fernando de Nates en
las obras finalizó en 1599 recibiendo por ellas el diez por ciento de lo
estipulado. A partir de ese momento se contrataron las obras por oficios: un
tal Flores empedró el patio y Juan González excavó el pozo. Los trabajos
principales corrieron a cargo de los canteros Juan de Villa y Juan de Rubayo
que, entre los años 1600 y 1609, construyeron la tapia del huerto que se había
adquirido con una casa vecina, e hicieron arcos, puertas, antepechos, impostas,
salmeres y siete columnas con sus basas y capiteles, todo ello en el claustro.
Hicieron también los muros de mampostería del nuevo pabellón para los
dormitorios de la comunidad, y los de la cocina. Bartolomé de Mallorca
suministró para esta obra de cantería 25 carretas de mampuestos y 22 varas de
sillares.
También trabajaron varios albañiles que
retejaron e instalaron las sepulturas de los fundadores en la capilla, pues se
trasladaron a ella los restos que habían estado en la iglesia de San Ildefonso.
Hacia 1610 casi estaría completada la primera fase de las obras del convento.
3.1.1 Hernando de Nates
Naveda
El arquitecto que diseña la iglesia y el
claustro del Convento de las
Franciscanas Descalzas del Corpus Christi de Zamora, fue Hernando de Nates
Naveda, natural de Secadura, en la merindad de Trasmiera (Cantabria). Era hijo de Juan Gómez Nates y de Catalina
Fernández y hermano de Juan de Nates Naveda, también arquitecto, del licenciado
y cura de Secadura Pedro de Nates y de Miguel de Nates. Se casó con María de
Buega, viuda de García de la Vega. No se sabe con certeza su fecha de
nacimiento, pero debió de ser antes de 1568, pues en 1628 declara tener más de
56 años.[3]
Maestro de cantería o maestro mayor y
arquitecto, procede de una familia dedicada a esta actividad, trabajando en las
provincias de Zamora, Salamanca, Valladolid y Palencia Trabajó en Salamanca en
el Colegio de la Compañía de Jesús (1594) y en el colegio de San Bernardo, en
el Colegio de Nuestra Señora de Loreto(1597 y 1610) y también en
Palencia(Espinosa de Villagonzalo), así como en la torre de la iglesia de
Santiago, en Medina del Campo (Valladolid), en 1616.
En
Zamora remató la obra de la iglesia y
sacristía del Convento de San Francisco el 16 de febrero de 1598 y el 17 del
mismo mes y año se obligó a hacer esta obra junto a su hermano Juan. El 4 de
abril de 1603 se le adjudica la obra del claustro de la catedral de Zamora,
diseñada en1592 por Juan de Ribero Rada y en el que trabajaron varios maestros
como Juan de la Vega y su hermano García como aparejador y el cantero Juan del
Campo. Nates fue obligado a terminarla en la forma en que lo tenían ajustado
estos maestros y se terminándola en 1621[4]
En 1613 está trabajando en el puente mayor
de Zamora que fué trazado en 1591 por García de la Vega y Juan de la Puente. En
1619 se inicia un pleito entre Hernando de Nates y la ciudad sobre la
construcción de la primera puerta del puente, que ya había diseñado Agustín de
Camarón en 1613, por la anchura de la misma.
Hacia 1616 trabaja en la torre del reloj de
la Catedral y en 1619 hace obras en la iglesia de Santa María de Alcañices; en
1620 da condiciones para consolidar las partes altas de la iglesia de San Juan
Bautista de Fuentesaúco(Zamora) junto con Francisco de la Hoya y otros; ese
mismo año remató las obras de las sacristías del convento de Santa Clara y de
la iglesia de Santa María del Castillo
de dicho pueblo .En 1625 parece que estaría trabajando aún en la torre
campanario de San Juan Bautista y cede, a mediados de su contrato, la mitad a
su colega toresano Juan de Senderón.
Por todos estos datos vemos que fue un
arquitecto que participó en numerosas obras, la mayoría en nuestra provincia, y
en los últimos años de su vida parece reducir su actividad constructiva, pero
puede que continúe en tareas proyectistas, como la del Ayuntamiento viejo y
dentro del convento de San Francisco de Zamora(en el cuarto sobre la sala de
arcos), obra a la que parece aludir en su testamento de 1627[5],
así como a las aún inacabadas de la iglesia de Alcañices y las de San Juan y
Santa María de Fuentesaúco.
Juan
de Nates Naveda falleció el 5 de octubre de 1630[6],
y no en 1628 como dice Fernández Duro[7],
y fue enterrado en la Iglesia de Santa María del Castillo, y no en el Convento
de San Francisco de Zamora, como era su voluntad, según consta en su testamento[8].
3.1.2 Contrato de obra de Fernando de Nates para la
construcción del convento.
El documento fue localizado en el archivo
Provincial de Zamora y se adjunta en el CD. En él se detallan minuciosamente
las condiciones de construcción de los cimientos, puertas, altares de la iglesia,
tejados, cuartos de la casa y portería y hasta las ventanas. Se menciona que lo
prioritario es la construcción de la iglesia; mientras el culto se hará en la
vieja capilla de los Osorio que posteriormente sería derribada. Se mencionan
también los plazos de construcción para cada parte y los pagos que se realizan
previamente por ellos, por ejemplo la primera mitad del coro se terminaría en
cuatro meses “e tomar las aguas del tejado después proseguir adelante con la
otra mitad y acabarla en cinco meses de suerte que dicho coro se ha de acabar
dentro de nueve meses e durante estos nueve meses no se han de dar al dicho
maestro mas de 7.100 reales”. Podemos leer en el contrato” que el maestro en
quien se rematare la dicha obra ha de ser obligado a hacer y acabar todo lo
tocante a la iglesia e sacristía como se ha condicionado dentro de siete años
cumplidos que se entienden corren desde el día que recibiere la primera paga….”
.
Leemos en otro lado que los obreros pueden
utilizar para las obras de construcción el agua de los pozos del convento.
También se especifica que en caso de cese de las obras por parte del maestro o
del convento ha de ser tasado lo hecho por un perito de cada parte contratante.
De la lectura del documento se deduce el detalle con que se regula la obra y
sus condiciones económicas así como el interés de la abadesa en que la obra
guarde armonía y proporciones dentro de la sencillez del clasicismo de la época
El documento lo firman la abadesa sor Ana
de la Cruz y Hernando de Nates.
3.1.3 El Claustro
Para poder realizar las obras de adecuación
del claustro del convento del Corpus Christi, ya declarado Bien de Interés Cultural,
D. José Navarro Talegón, comisionado provincial de Patrimonio cultural, emitió
un informe técnico para la restauración del mismo, el 10 de noviembre de 1997
que transcribimos parcialmente. En él se hace referencia a la iglesia y el
conjunto del convento, también elementos objeto de protección, y se incluyen
datos históricos ya referenciados en otros capítulos de este trabajo. Nos
centramos principalmente en la descripción del claustro.
“El monasterio es una de las más
apreciables expresiones del clasicismo en la ciudad de Zamora. Carece de las
pretensiones de estas obras, que hubieran resultado impropias de una promoción
de franciscanas descalzas y, aunque fue concebido con criterios de solidez y
funcionalidad, para satisfacer a lo largo de mucho tiempo las necesidades de
una comunidad contemplativa, se trataron con especial empeño el interior del
templo, con el coro anexo, y el claustro procesional con la escalera principal.
La austeridad de los alzados exteriores y la firmeza y desnudez de las
estancias domésticas son buenos testimonios plásticos del rigor con que se vive
en una comunidad de clarisas descalzas.
El
claustro. El claustro es bastante espacioso y, como la
iglesia, fue concebido con una cierta monumentalidad que no tienen los
restantes espacios conventuales. De traza rectangular, conforman sus alzados
dos órdenes de galerías, la primera de columnas toscanas sobre pretiles y arcos
carpaneles, la segunda de columnas de cañón no más esbelto y capiteles
corintios, más zapatas tardorrenacentistas, recortadas en eses, y carreras de
madera que armonizan con aleros de canes y tabicas del mismo material. En los rincones
pilas angulares con semicolumnas adosadas, entibadas a los muros interiores,
para contrarrestar los empujes que soportan, mediante vigas y zapatas de más
escuadría que, las sencillas alfarjías que techan los tránsitos. Son nueve los
intercolumnios de los lados mayores y seis los de los menores.
Columnas
toscanas y arcos carpaneles de la primera galería. Cerramiento de ladrillo del siglo XVIII.
Contrasta un
tanto con el lenguaje clasicista de las columnatas el recurso a los arcos
carpaneles, que suponen un arcaísmo patente. Pero resulta comprensible su uso
en promociones no pretenciosas, porque sobre los romanos de medio punto, que
hubieran armonizado perfectamente con los soportes sobredichos, ofrecían
Capiteles jónicos y zapatas
tardorenacentistas de la segunda galería.
la ventaja de acortar las alturas de los
tránsitos y de los "cuartos" tangentes, con el consiguiente ahorro en
materiales y trabajo. Su empleo aquí se justifica por razones funcionales, que
asumiría Hernando de Nates a instancias, quizás de la parte promotora. No
podemos saber, a falta de los documentos precisos, si la propuesta inicial de
dicho arquitecto fue otra más purista.
Los trabajos de carpintería, con labores
manieristas, de talla en las zapatas y en las vigas-entibos sobredichas,
corrieron a cargo del toresano Bartolomé de Oviedo, que figura en las cuentas del
monasterio, con su hermano Jerónimo, como carpintero y ésta fue, en efecto, su dedicación
principal en la primera etapa de su densa trayectoria profesional, antes de que
adquiriera notoriedad local como maestro de obras de cantería.
Plano del claustro. Se aprecia la situación
excéntrica del pozo. Joaquín Hernández, arquitecto.
Estos claustros abiertos a un patio
plantearon problemas de frío y calor a sus moradores, que día a día tenían que
pasar por ellos para acceder a las distintas estancias dispuestas en tomo a
ellos. Y se intentaron soluciones de cerramiento. Aquí se fabricaron pantallas arquitectónicas de
asta de ladrillo, a cara vista, cuyas llagas relevadas nos ayudan a dañarlas en
la segunda mitad del siglo XVIII, en ellas se dejaron ventanas adinteladas, una
de cada intercolumnio, ordenadas en ejes verticales, con óculos pequeños y cuatro puertas en la
planta baja. Sus carpinterías, lisas al exterior y con peinazos diseñando
casetones en el reverso, son coetáneas, como sus herrajes.
El claustro de convento
del Corpus Christi antes de la última
restauración
Claustro después de la restauración llevada a cabo
en 1999 por Joaquín Hernández
Podemos
ver el antiguo pozo, hoy sustituido por un brocal nuevo.
Simbología del claustro en los monasterios
En
todos los monasterios y, sobretodo, en los de clausura, los espacios
arquitectónicos tienen un significado simbólico; la portada de la iglesia alude
a la Puerta del Cielo, el refectorio evoca la Eucaristía, etc…
El
claustro constituía la representación del Paraíso, según San Bernardo, cuando
denominaba en su Sermón de Diversis como “Vere Clastrum est jardín”, en lengua
hebrea se denomina Edén, que quiere decir “delicias”. Es, pues, un símbolo de
paraíso reconstruido en el centro de la clausura monacal, un lugar adecuado
para la meditación y lectura individual, donde el mundo natural aparece
divinizado.
La
estructura de la planta cuadrada –sus arquerías y puertas- ya aparecían en los
Beatos, como el de Liébana o el de El Burgo de Osma, recordando la Jerusalén
Celeste del Apocalipsis de San Juan, dónde se dice “el Ángel me mostró la
ciudad de Jerusalén… la ciudad es cuadrada” (cf.Ap.cap21-22), en cuyo centro se
cruzan las coordenadas espaciales y temporales, y esa cuadratura evoca, al
mismo tiempo, el espíritu meditativo de los cuatro evangelios o las cuatro
virtudes cardinales: templanza, fortaleza, justicia y prudencia (Cf.Job.87), o
bien los cuatro elementos de la creación, y los cuatro puntos cardinales. En el
centro, a modo de “onphalos”, simboliza el cosmos y se señala por medio de un
pozo o fuente[9],
un ciprés[10]
o una columna.
El
claustro es también el corazón de la casa, punto de relación entre las
distintas actividades y horas del día, lugar común de reuniones y actos
litúrgicos o domésticos o dónde simplemente se desarrolla la meditación de los
textos sagrados, la búsqueda de la perfección individual –pero en compañía de
la comunidad-, punto dónde volver a construir el “monasterio celeste” que todos
deseaban, tras haber atravesado las dificultades de la vida terrenal. Un
espacio, en fin, de orden, silencio y paz.
El
claustro se situaba –y se sigue situando en la medida de lo posible- al sur de
la iglesia, como es el caso de nuestro Convento del Corpus Christi de Zamora;
cada pórtico o galería, llamada “panda”, se clasifica por la dependencia más
importante que se abre a ella o por el tipo de actividad que allí se realiza:
así, panda del capítulo, panda del refectorio, de la “cilla”, del “mandatum” o
panda de la “collatio”.
3.1.4 La
iglesia
La
iglesia sigue el modelo renacentista de “hallenkirche” (planta de salòn, sin
naves), construida por Hernando de Nates Naveda, como se ha mencionado.
Descripción
de la Iglesia:
La
fachada norte muestra tres tramos bien definidos:
El
más occidental, a menor altura, da acceso a las dependencias conventuales y a
la iglesia a través de un arco rebajado y de un atrio. El arco está enmarcado
por una sencilla moldura en la que se ha abierto una pequeña hornacina con la
imagen de Santa Clara.
El
tramo central corresponde a la nave de la iglesia y está dividido en dos
cuerpos por una hilada de sillares. En el cuerpo superior se abren dos
sencillas ventanas y en el inferior, aparte de otras tres ventanas, destaca la
portada rectangular sobre la que hay una hornacina de arco de medio punto, con
una representación de la Eucaristía entre dos ángeles, flanqueada por los
escudos de los Osorio.
El
tramo oriental forma parte del ábside neogótico que se continúa en la fachada
este. La fachada este está ocupada por el citado ábside y por las dependencias
conventuales.
El
ábside quedó inacabado como lo prueban los arranques que ostenta en su parte
superior. Está formado por dos cuerpos: el inferior, de granito, es
semicircular a modo de zócalo; el superior, de arenisca de Villamayor, es
poligonal de seis lados, en cada uno de los cuales se abre un largo ventanal de
arco apuntado.
La
fachada oeste a la que se accede a través de la puerta citada en el tramo
occidental de la fachada norte. Está dentro de un pórtico y unida al convento.
Y finalmente la fachada sur que corresponde a las dependencias del convento.
Descripción interior de la
iglesia.
El
templo consta de una sola nave dividida en cuatro tramos más el camarín donde
se halla instalada la Virgen. El camarín tiene bóveda de cuarto de cañón y es
un añadido del siglo XIX. Posee una especie de girola interna para que los
fieles puedan contemplar la imagen de la Virgen, adornada con vidrieras polícromas de figuras
de santos.
El
camarín conecta con la nave a través de un gran arco de medio punto. Bajo el
arco, una reja separa la nave del camerino y a ambos lados del arco se abren
dos puertas rectangulares que dan acceso al mismo.
La nave tiene cuatro tramos. El primer tramo es de bóveda de
cañón con casetones. El segundo tramo es de lunetos con casetones bajo los que
se abre dos ventanas rectangulares. El tercer tramo está separado del anterior
por un arco de medio punto ligeramente rebajado, repite la bóveda de lunetos
con casetones. El cuarto tramo corresponde en su parte alta al coro, que se
abre a la iglesia a través de una gran ventana rectangular enrejada, como
corresponde a los conventos de clausura, sobre la que hay canceles
rectangulares de piedra con dibujos geométricos. Bajo el coro se abre un arco
carpanel que cobija una doble bóveda de lunetos con casetones. A la izquierda,
dos ventanas rectangulares y a la derecha, una puerta de acceso a las
dependencias conventuales.
3.1.5 Obras de reforma y
ampliación de la Iglesia de la Santísima Virgen del Tránsito(1896-99).
La iglesia ideada por Hernando de Nates,
fue agrandada en el siglo pasado por la cabecera. Se demolió el testero original, plano, y le agregaron
un ábside neogótico, en el que se espació el camarín de la muy venerada imagen de
Nuestra Señora del Tránsito, siguiendo un proyecto del arquitecto Eduardo J.
Pérez, que no se llegó a ejecutar del todo. Hemos consultado en
el Archivo Diocesano el legajo 99 y el resultado de la información obtenida, en
resumen, es la que pasamos a referir a continuación. La documentación no está
ordenada cronológicamente, aunque abarca desde 1891 hasta 1899, y es muy
heterogénea. Planos, alzados, contratos de obra, publicaciones impresas, desde
el Boletín del obispado nº 13, pidiendo el “voto popular”,[11] hasta periódicos[12] con noticias referentes a
las obras del convento , rogativas, rifas, pleitos etc.
Hay un primer grupo de
documentos titulado “Antecedentes o álbum de apuntes o detalles, como
anteproyecto o tanteo de la obra de reforma de la iglesia del Corpus Christi, con objeto de hacer un
camarín para Nuestra Señora del Tránsito”, firmado por Eduardo Julián
Pérez(1891-96). Desde diciembre de 1896
se constituye una Junta Ejecutiva de las Obras, presidida por el Sr. Obispo y
el Director Facultativo de las obras, D. Eduardo Julián Pérez. Tras un fallido
intento de que participara el arquitecto
Vitoria, las obras se emprenden, llevándose a cabo en dos fases: la primera va
desde febrero-abril de 1897 a
marzo de 1898 y consiste en la realización del nuevo Camarín, lo que obliga al
“desmonte y traslado del altar mayor y retablo, a hacer la bóveda del camarín
de madera y yeso y continuación de la bóveda de la iglesia hasta el camarín…”
y” traslado de los altares laterales, colocación del nuevo altar mayor , verjas
rejas” etc .
El arquitecto de esta
primera fase, desde febrero de 1897 hasta marzo de 1898 es D. Vicente Lampérez
y Romea, siendo contratista Valentín Calvo. El proyecto era muy ambicioso, con
un camarín de tres plantas, la última con “coro alto para orquesta y canto en
las grandes solemnidades”[13], utilizándose el espacio
de unas construcciones ruinosas que daban a la C/ Peñasbrinques.
La segunda fase abarca desde el verano de 1899(“para abreviar su
finalización”) , aunque quedaron sin
rematar los pináculos de coronamiento del ábside, quizá porque se acabó el
presupuesto. En esta etapa el arquitecto fue D. Pedro Vidal y Barba, siendo los
contratistas Valentín Calvo y Amador Martín, entre otros. En esta fase se
incluyen obras en el Convento.
Al principio el ábside tuvo varios proyectos, decidiéndose
finalmente por hacerlo de seis luces y con base circular y poligonal en la
elevación (marzo 1987). La base es de granito, pero el resto es de piedra
franca de Villamayor, como se ve en los documentos. Las piezas se hacían en la
cantera, basándose en dibujos previos, y se traían en tren desde Salamanca. Hay
quejas del contratista, pues parece que
las piezas desechadas se dejaban a pie de obra y no se trasladaban a la
estación, como decía en el contrato, habiendo pleitos y quejas por ello. Las maderas procedían de Soria y venían
también en tren (línea de Ariza) o bien de Bilbao. Durante todas las obras,
Eduardo Julián Pérez siguió como “facultativo encargado de obras”.
No tenemos clara la fecha de inauguración del nuevo camarín, pero
la festividad de la Virgen del Tránsito del año 1900 fue solemne, pues el 14 de
agosto se estrenó en la Iglesia del Convento del Corpus Christi un “Himno a la
Virgen”(partitura en el CD), compuesto, para órgano y cinco voces, por el
músico Pedro de Bernardi, con letra de Francisco Maral. Quizás el motivo de
esta excepcionalidad fue la inauguración del nuevo camerín de la Virgen.
Plano de primer proyecto del
ábside que se incluía en el presbiterio. En la parte superior, en negro figura
la localización primitiva del camarín. Planos de Eduardo Julian Pérez, 1896
(A.H.P. leg. 99)
Alzado del proyecto de Eduardo J. Pérez para el ábside que albergaría el nuevo camarín.
Arquitectos del ábside de la
iglesia
Eduardo
Julián Pérez fue el Director facultativo de las obras del ábside de la iglesia del Corpus Christi, nombrado por la Junta
Ejecutiva, cuyo presidente era el señor obispo Luis Felipe Ortíz y aparece su
firma en documentos del archivo histórico diocesiano desde 1891 a 1898( Sección de
Cámara leg 99 del A.H.D)
Julian
Pérez escribió la obra “Zamora del porvenir”, novela recreativa escrita en 1879
que se publicó por primera vez en 1885 por folletín del periódico “La enseña
bermeja”; y en 1887, por folletín en “El independiente Zamorano”, está dedicada
al examen de las reformas de la ciudad. También escribió una “guía del viajero”
editada en 1895, auténtica guía de turismo, con plano de la ciudad a escala y
firmado. Actualmente tiene una calle en Zamora.
El
segundo arquitecto que interviene en el ábside es don Pedro Vidal y Rodríguez
Barba, titulado en 1882, medalla número XVIII de académico numerario de la Real
Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Fue miembro de la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y arquitecto municipal de
Salamanca (1890-1904). Es autor también del hospital de la Santísima Trinidad
de dicha ciudad, interviniendo también en el Mercado de Abastos. Firma por
primera vez documentos relativos a las obras del ábside del Convento el cuatro
de julio de 1899, mientras ya se realizaban obras en la iglesia desde el mes de
junio de dicho año.
Vicente
Lampérez y Romea, el tercer arquitécto, nace en Madrid en 1861 y muere en 1923.
Fue arquitecto e historiador del arte español. Estudió en la Escuela Superior
de Arquitectura de Madrid, de la que posteriormente fue profesor de Teoría del
Arte Arquitectónico y de Historia de la Arquitectura. En 1896 escribe “Apuntes
para un estudio sobre las catedrales españolas” y en el año 1909 publicó su
primera obra importante y fundamental, titulada “Historia de la Arquitectura
cristiana española de la Edad Media”, una obra de referencia abriendo caminos
nuevos a la Historia del Arte. Además de la “Historia de la Arquitectura Civil
española” publicada en 1922. Lampérez y Romea llegó a la conclusión de que el
único camino que podía seguirse en la arquitectura era adoptar los estilos
tradicionales, como en el ábside del convento del Tránsito, de estilo
neogótico.
[1] Un ducado es una moneda de
oro cuyo valor eran 375 maravedíes, u 11 reales y 1 maravedí. Información
procedente del historiador Antón Casariego.
[2] Datos que
han sido facilitados por el historiador D. José Navarro Talegón, extraídos de
su informe técnico para la restauración del claustro en 1997.
[3] AHPZ. Cristóbal Vicente
1624, sig. 943
[4] González Echegaray,Mª del
Carmen “Artistas Cántabros de la Edad Moderna : su aportación al arte hispánico”
pág 453 U. de Cantabria 1991.WWW.books.google.es/books?isbn=8487412580
[5] A.H.P.Z. Prot Not. “Juan de
Valderas” 1627, sig 1045, fol 151-155
[6]
A:H.D, A.P.F. Libro de difuntos de Santa
María 1617-32 nº 97.
[7]
“Colección bibliográfica-biográfica de noticias referentes a la provincia de
Zamora”. Fernandez Duro
[8]
A.H.P.Z. Prot Not. “Juan de Valderas” 1627, sig 1045, fol 151-155
[9] La fuente, además de su
función higiénica, simboliza la fuente de la gracia y de la vida, de la verdad
de Cristo y de la purificación del pecador.
[10] El ciprés es símbolo de
la inmortalidad; las rosas y azucenas de los claustros se asocian con la Virgen María.
[11] El Voto Popular. Desde agosto hasta noviembre
de 1896, a
petición del Sr. Obismo Luis Felipe Ortiz, se hace una suscrpción o cuestación
popular, para obtener dinero para las obras. Contribuyen parroquias y
particulares, así como instituciones: el Sr. Obispo aporta 5.000 pesetas,el
Cabildo Catedral 1000, las religiosas Descalzas del Tránsito 4.000, la Diputación 250, el
Ayuntamiento 200 y el Gobierno Civil 250.
El
documento dice” Nos proponemos inaugurar las obras de este bendito voto popular
con función de rogativas” y para llevar a cabo este “voto” solicita de los
fieles su “concurso pecuniario”(leg 99,fol4).
[12] Los periódicos referidos son “El Heraldo de
Zamora”,” El Correo de Zamora”, “El Comentarista”, generalmente de
1897.Se refieren algunos a la
Misa Solemne y rogativa de abril de 1897, en que parece que
se celebra la conclusión de la 1ª fase de las obras.
[13] A.H.D. Leg 99/9/2.
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